martes, 24 de mayo de 2011

La Tragedia Griega Y El Origen De La Reflexión Estética

LA TRAGEDIA GRIEGA Y EL ORIGEN
DE LA REFLEXIÓN ESTÉTICA

Introducción

El Arte como crítica o forma de conocimiento

         Hay para George Steiner, dos modos posibles de entender el arte como una forma de crítica.
En su artículo La ciudad secundaria, incluido en el libro Presencias Reales describe así la primera de las dos  nociones al respecto, la del arte como contradeclaración del mundo:
“Todo arte, música o literatura serios constituyen un acto crítico (….) en primer lugar en el sentido de la expresión de Matthew Arnold: ·una crítica de la vida”. Ya sea realista, utópica o satírica, la composición del artista es una contradeclaración del mundo[1] (los subrayados son nuestros)

         Con esta afirmación el autor arriesga seguidamente una definición de Estética  que consistiría en la encarnación de las interacciones entre las “restricciones de lo observado”  y  “las ilimitadas posibilidades de lo imaginado”
         La encarnación de esas interacciones en una obra de arte a las que alude Steiner es una “intensidad” entre la visión del artista y el ordenamiento especulativo en la obra. Encarnación intensa que  “es siempre una crítica”, pues “afirma que las cosas podrían ser  (han sido, serán) diferentes.”[2]
         Pero también, hay una  segunda noción del arte como crítica. La del arte como reflexión y juicio de valor sobre la tradición y el contexto al que pertenece:
“la literatura y las artes son también crítica en un sentido más particular y práctico. Encarnan una reflexión expositiva, un juicio de valor, sobre la herencia y el contexto al que pertenecen”. (Ibídem. Los subrayados son nuestros).
         Es particularmente desde esta última noción que George Steiner  construye su teoría de la crítica como aquella lectura y reescritura que hace cada autor con respecto a la herencia (literaria, musical o pictórica) recibida y el contexto presente.
         Al respecto Steiner enfatiza la diferencia entre esta crítica (reinterpretación, reescritura) realizada por un artista de aquella crítica meramente académica, parasitaria, secundaria que se realiza en el periodismo y en las universidades:
“Las lecturas, las interpretaciones y los juicios críticos del arte, la literatura y la música ofrecidos desde el interior mismo del arte, la literatura y la música son de una autoridad penetrante, raramente igualada por los ofrecidos desde fuera, los presentados por el no creador, es decir, el reseñador, el crítico, el académico”. (Ibídem)

         Y ejemplifica: “Virgilio lee a Homero. La Divina Comedia  es una lectura de la Eneida” [3].  En el caso de la música, particularmente, el discurso verbal parasitario y secundario alrededor de la obra se muestra como más patético:
                   “Resulta casi cruel contrastar la riqueza comunicativa de lo musical con los baldíos movimientos de lo verbal. La singular concisión de los estados de ánimo complejos en Chopin desafía todo discurso. Esto se hace explícito en las variaciones de Busoni. Pero estas variaciones son también una crítica en el más puro sentido: las fuerzas tonales de la versión de Busoni destacan ciertas complacencias en el arte fácil de Chopin”. [4]

         Podemos decir con Steiner que el arte siempre es crítica de la tradición y del presente. Porque se moldea con la arcilla del arte que lo precede, pero siempre en la impronta de una mirada presente y real.

         Cabe destacar que este concepto de la escritura como relectura o reescritura lo elaboró tempranamente Jorge Luis Borges  en su artículo Kafka y sus precursores[5].  Más recientemente el crítico neoyorquino Harold Bloom en el erudito libro  The Anxiety of Influence (1973)  construyó minuciosamente los conceptos de la creación estética como un diálogo obligado con el pasado. La idea es que no habría creación desde la nada, sino una configuración nueva de lo heredado, y en este diálogo se produce la crítica a la vida, a la tradición y al presente que implica todo arte verdadero en contraposición al arte  epigonal (aquel que meramente copia estilos,  pero no dialoga con el pasado ni se constituye en una crítica del presente).


Razones para la elección del arte griego antiguo como punto de partida de la reflexiones de esta monografía: Sófocles y la Tragedia Clásica

“De forma sucesiva cada poeta coloca a la urgente luz de sus prepósitos, de sus propios recursos lingüísticos compositivos, los logros formales y sustantivos de su(s) predecesor(es)”.
George Steiner[6]

           


         Si aceptamos los conceptos mencionados en la introducción  y en el epígrafe de este apartado a saber: que la creación artística es una reformulación de todo lo creado anteriormente, entonces  estamos haciendo uso del concepto de creación como orden del caos preexistente. Éste es un concepto griego que se contrapone a la creación ex nihilo de la tradición judío-cristiana.  

Se trata del problema de los orígenes, de la creación del Cosmos que los griegos hacían surgir de un caos primordial (un primer estado de indiferenciación) pero no de la NADA. Así es en la Teogonía de Hesíodo y también en la filosofía de Platón explicitada en El Timeo.[7]

Nuestro propósito es tomar a la literatura y al arte griegos como el comienzo del arte occidental y  como el comienzo  de la mecánica  de la creación en cuanto apropiación sucesiva de los recursos lingüísticos y compositivos de las obras que le preceden.

En ese sentido, podemos tomar como al CAOS PRIMORDIAL a los poemas homéricos, que según la historia fueron inicialmente producto de una larga tradición épica oral  que se remonta a la época micénica  y luego fueron transcriptos en escritura alfabética, supuestamente por Homero. [8]

Para nuestros propósitos podremos considerar a esta épica como el “caos original” (en sentido figurado)  de donde surge toda la literatura occidental. Esto podríamos pensarlo así, dado que sólo puede considerarse literatura lo que surge originalmente con la escritura y no lo que ha sido concebido oralmente.[9] Hay también una razón fáctica para esta elección, toda la literatura occidental, hasta la de vanguardia, como el Ulises de James Joyce remontan su intertextualidad  hasta los poemas homéricos y no más allá.

Finalmente, hemos elegido la tragedia griega como foco del análisis puesto que está considerada como la creación literaria más acabada y representativa de la cultura griega antigua y a Sófocles puesto que es considerado como el dramaturgo más conspicuo cuya obra ha iluminado numerosas creaciones intelectuales de occidente, verbigracia,  el psicoanálisis.



















La disputa sobre la  verdad de lo bello en la Grecia antigua: logos versus mito en la tragedia clásica

            “La palabra progresa por sí misma, y es en el dominio de la verdad donde ella se constituye.
            No puede ser apresada ni apresar ese movimiento de acceso a la verdad como una verdad objetiva, sólo puede ser expresado en forma mítica, y es exactamente en ese sentido que se puede decir, hasta cierto punto, aquello en lo que se concretiza la palabra intersubjetiva fundamental, tal como se manifiesta en la doctrina analítica, el complejo de Edipo, retiene en el interior mismo de la teoría analítica un valor de mito” Jean Jaques Lacan.[10]

         Es una verdad de Perogrullo que  la filosofía, como búsqueda de la verdad a través de la razón o logos se inició en occidente  en la Grecia antigua floreciendo en el Siglo V antes de Cristo.

         Sin embargo, para los no eruditos es mucho menos conocido que la controversia sobre lo bello o el arte como otra forma de acceso al conocimiento estuvo en disputa para la misma época. Los argumentos esgrimidos en pro o en contra casi no se han modificado hasta nuestros días.

         Hesíodo (s. VIII-VI a. C.)  en el preludio a  ese largo poema  la Teogonía (Genealogía de los Dioses)  describe lo que ha sido llamado el pacto narrativo originario, el pacto mitopoético o de orientación cosmológica: el poeta es el elegido de las musas para transmitir a los hombres el conocimiento supremo que le dictan los dioses. “Las musas exponen en su discurso tres elementos: sentimiento, libertad y canto (poesía) para trasmitir a los hombres –a través del poeta- las leyes de todo lo existente, y la cultura (costumbres, valores, ideales, arquetipos, fijada por los dioses”[11]




         Con el nacimiento de la filosofía socrática registrada en los diálogos de Platón (s. IV a. C.) surge lo que ha sido dado en llamar el período de orientación antropológica de la historia de la Grecia antigua.

         Precisamente Platón en numerosos escritos pone en entredicho la legitimidad de la forma de acceso al conocimiento a través de los poetas que había dado nacimiento el período mitopoético o cosmológico. Precisamente en el Ion o sobre la poesía, obra de juventud de Platón se hace presente ese debate entre el rapsoda Ion, máximo recitador y conocedor de poemas homéricos y Sócrates. Para el filósofo el poeta no está capacitado para hablar de Homero gracias a una técnica, puesto que los poetas hablan posesos y endiosados por una fuerza divina que los impulsa, la inspiración de la Musa.

         La representación del mundo más jerarquizada y autorizada pasa a estar en manos de la filosofía. Este nuevo discurso del logos filosófico se puede sintetizar en cuatro puntos: [12]
a)    La poesía no es arte ni ciencia
b)   La poesía no es un camino artístico, es una inspiración sagrada
c)    El camino de inspiración poética, leído por el filosófico, es una manía, una demencia.
d)   Frente al gran contendiente a desplazar de su antiguo sitial de privilegio –el poeta- ; frente al texto originariamente dueño de la verdad del mundo –el relato mitopoético – :  la filosofía define de una vez y para siempre los caminos del saber -el racional y el irracional-


Es interesante ver que el argumento  Platónico para refutar el conocimiento poético se basa en el siguiente razonamiento: Dado que percibimos el mundo como una infinita multiplicidad de cosas a las que damos el mismo nombre debemos postular una IDEA de la cosa, una VISIÓN o FORMA única que sea la verdadera: “En lo que respecta a la divinidad, ya porque no quiso, ya porque tuvo la necesidad de no hacer más que una sola cama en la naturaleza, el hecho es que no hizo más que una, la cama esencial. Dos o más camas no las ha producido la divinidad y no hay medio de que las produzca” (…) “Porque con que hiciera solamente dos, aparecería una tercera cuya idea sería común a las otras dos, y ésta sería la cama esencial (Platón 1993)[13]

El carpintero es un artesano que fabrica una cama que es copia alejada en un grado de la cama esencial (de la idea o forma esencial creada por la divinidad).

Pero he aquí que el artista que pinta la cama que fabricó el artesano no es ni siquiera artesano sino imitador según Platón: “A mi juicio, el nombre que más le conviene es el de imitador de aquello que los otros dos (el creador, y el artesano) producen” (…) “¿llamas imitador al autor de un producto alejado en tres grados del natural? (…) “Precisamente, dijo” (Platón 1993)[14]

Aquí llegamos a un concepto que Platón usó peyorativamente pero que se ha transformado en una idea central en la historia del arte, similar a la  idea de belleza o forma.[15] Se trata de la idea de imitación o mimesis,  palabra de raigambre griega arcaica que estaría relacionada con los rituales y misterios del dios Dionisos. En los actos del sacerdote en el culto, en las danzas sagradas hay una mimesis o imitación  primordial.

Volviendo de nuevo al tema que nos ocupa, la tragedia,  es Nietzshe quien en El Nacimiento de la Tragedia  nos recuerda el origen dionisíaco de la tragedia, puesto que en el principio sólo había coro, y coreutas, danzando y cantando, pura mímesis primordial.

La tragedia clásica, el Edipo de Sófocles, por ejemplo,  es una conjunción de aquel espíritu dionisíaco (relacionado con los mitopoético en un punto) y lo que llama Nietzshe el espíritu apolineo (el logos, los indicios, la razón) en un equilibrio perfecto que jamás ninguna obra literaria haya logrado:
¨Con sus dos divinindades artísticas, Apolo (el dios de la armonía) y Dioniso (el dios del instinto y de la embriaguez),  enlaza nuestro conocimiento de que en el mundo griego existe una enorme antìtesis, en cuanto a origen y metas, entre el arte del escultor, el apolìneo, y el arte no figurativo de la mùsica, el de Dioniso: ambos instintos tan dispares marchan parejos, casi siempre en abierta y mutua discordia, estimulàndose recìprocamente a nuevos alumbramientos, cada vez màs vigorosos, para perpetuar en ellos la lucha de esa antìtesis que la palabra común ¨arte¨ sólo salva aparentemente; hasta que por fin, mediante un milagrosos acto metafìsico de la ¨voluntad¨  helènica, aparecen mutuamente emparejados, y de este apareamiento generan en ùltimo tèrmino la obra de arte, tan dionisìaca como apolìnea, de la tragedia ática.¨ (Friedrich Nietzsche, 2002)[16]

Análisis de los dos principios enumerados en el Edipo de  Sófocles: lo apolíneo y lo dionisíaco

La tragico ha sido definido como la tensión entre dos leyes que se contradicen. Cumpliendo con lo que demanda una de ellas se traiciona el mandato de la otra y viceversa.

El dispositivo de representación de las tragedias difiere mucho de nuestra concepción de teatro actual, al punto de que nos resultaría imposible entender cabalmente el significado profundo que estas presentaciones tenían para la comunidad griega. Al respecto es interesante citar la descripción del acontecimiento histórico de los festivales tragicos griegos hecha por la Enciclopedia Britannica:

¨Aunque la palabra tragedia se usa en un sentido amplio parra describir toda clase de desastres o desgracias, se refoere ,más precisamente a las obras de arte que explora con más seriedad preguntas con respecto a la misión del hombre en el universo. Los griegos de Atica cuya antigua capital era Atenas usaron la palabra por primera vez en el siglo V a. De C.  Para describir un tipo específico de obra de teatro que se presentaba en festivales griegos. Patrocinadas por los gobiernos locales, asistía la comunidad entera. Incluso el estado aportaba entradas gratuitas para quienes no podían pagar. La atmósfera que rodeaba estas representaciones era más la de una ceremonia religiosa que la de un entretenimiento. Habìa altares a los dioses servidos por sacerdotes y los relatos de las tragedias  trataban de las desgracias de héroes legendarios, mitos y acontecimientos históricos. La mayor parte del material trágico provenía de la obra de Homero y era de conocimiento popular en la comunidad griega¨[17]

         Esta descripción de la Britannica nos permite corroborar históricamente nuestras postulados iniciales al enunciar la razón de la elección del tema de esta monografía.

El eje teórico enclavado en la concepción del arte como crítica de la vida, reflexión y juicio de la tradición y del presente, por un lado,  se hace evidente en la tragedia griega, puesto que en ella asistimos a la violación de prohibiciones (míticas,  religiosas o civile) y a la asunción de un destino sin el recurso fácil de la verdad revelada.

Por otro lado, la concepción del arte como  reescritura, o reinterpretación enunciada por  George Steiner, también se evidencia en esta descripción histórica porque  a aquel griego que asistía a las representaciones trágicas, la  obra le estaba hablando de la tradición y de otros relatos conocidos, pero  al mismo tiempo había algun enfoque cuestionador de ese mismo material tradicional que permitía que aquel relato , conocido por todos cobrara nueva iluminara el presente de una manera nueva. No por nada eran tan populares y hasta de una necesidad religiosa los festivales trágicos.
        
         No reseñaremos la estructura de la tragedia  de Edipo para no abundar en algo ya conocido por todos.   

         Nos importa señalar, particularmente en Edipo, la tensión que denuncia una incomodidad para acceder a la verdad aún a costa del dolor que ella provoque. El destino es conocer la verdad a toda costa. Ese conocimiento es la única razón de vivir, no podemos evitarlo aunque duela.  Cómo también la última razón de la vida es la muerte y no podemos evitarla aunque queramos.

         Claramente en Edipo asistimos a la prohibición del incesto como un mandato comunitario que no debe ser infringido so pena de muerte y dolor. Pero a la vez, asistimos a un trabajoso derrotero en la búsqueda de esa verdad por medio de indicios que son esquivos y contradictorios.  

No hay verdad revelada por oráculo  alguno que pueda detener y calmar esa sed de búsca del sentido de uno mismo. Aquí se separa la tragedia de la forma de conocimiento mitopoética y se apoya en el lado apolíneo o racional de la bùsqueda de la verdad, aún para el caso de la propia verdad del sujeto.

         Ciertamente el epígrafe de Jaques Lacan que se citó anteriormente no puede ser más certero de la descripción del mito (lo dionisíaco, oscuro, atrayente y prohibido) como el inconsciente, por un lado. Cuanto por otro,  la búsqueda de la verdad del sujeto  a través de la razón, de la palabra, del logos, para hacer consciente, aunque duela, el destino de cada uno. Tan parecido a la indagación psicoanalítica.

         Es en ese sentido que la tragedia y el camino del heroe en busca de su verdad siguen vigentes en la vida de cada uno de nosotros, aunque obviamente con otra dimensión y resonancia que la que tenía para el griego del siglo VI a. De C.

         En cuanto al contraste con otro período histórico, permítasenos insistir en nuestra teoría de que la concepción del arte como reescritura o como reinterpretación es el dispositivo que ha seguido toda la literatura occidental, aún en el medioevo cuando la verdad revelada vuelve a ser el método  aceptado para acceder al conocimiento. Bástenos citar nuevamente a George Steiner:

         “Las disociaciones graduales del Peregrino con respecto a su Maestro y guía final del Purgatorio de Dante, las correcciones hechas a la Eneida en las citas y las referencias que se hacen a ella en el Purgatorio constituyen la más minuciosa de las lecturas críticas: informan acerca de los lìmites sentidos de lo clásico con respecto a la revelación cristiana. No existe equivalente académico crítico” (Op. Citada)







        
Mario CARDOSO CERÚSICO

BIBLIOGRAFÍA


·       Alsina , José y  Santiago, Rosa, GRIEGO, Ediciones Anaya S. A. 1978. Madrid.
·       Bloom, Harold, The Anxiety of Influence, Riverhead Books, New Cork, 1973
·       Borges, Jorge Luis, Otras Inquisiciones, (1932) Buenos Aires, EMECÉ, Obras Completas
·       Casullo, Nicolás, Artes y Estéticas en la Historia de Occidente, Universidad Nacional de Quilmes. Mayo de 2000.
·       Encyclopaedia Britannica, CD ROM 2003
·       Lacan Jaques, El Seminario:  Poesía y Verdad en la Neurosis. Folios 1999
·       Nietzsche, Friedrich, El Nacimiento de la Tragedia, Bibloteca Edaf, España 2002
·       Ong, Walter j. Oralidad y Escritura.  FCE . México 1993
·       Platón. REPÙBLICA. Eudeba. Buenos Aires 1993. Versòn para fines didàcticos de la Universidad de Quilmes.
·       Sófocles, Edipo Rey, Traducción, análisis y notas de Leandro Pinkler. Biblos. Santiago de Chile, 2001
·       Steiner, George Presencias Reales, DESTINO EDITORIAL, Barcelona, 1991 Material editado por la cátedra con fines exclusivamente didácticos



[1] Steiner, George Presencias Reales, DESTINO EDITORIAL, Barcelona, 1991 Material editado por la cátedra con fines exclusivamente didácticos. Pág. 5
[2] Ibídem, Pág. 5
[3] Ibídem, Pág. 5
[4] Ibídem, Pág. 8
[5] Borges, Jorge Luis, Otras Inquisiciones, (1932) Buenos Aires, EMECÉ, Obras Completas, Vol. II Pág. 88
[6] Opera citada, Pág. 5
[7] José Alsina  y Rosa Santiago , GRIEGO, Ediciones Anaya S. A. 1978. Madrid. Págs.232 y  259
[8] José Alsina,  Rosa Santiago. Op. Cit.  Pág. 26
[9] “Tenemos el término “literatura”, que básicamente significa “escritos” ( en latín literatura, de litera, letra del alfabeto), para cubrir un cuerpo dado de material escrito – literatura inglesa, por ejemplo-. Pero no contamos con ninguna palabra o concepto similarmente satisfactoria para referirnos a una herencia meramente oral, como las historias, proverbios, plegarias y expresiones de fórmula orales tradicionales (Chadwick, 1932-1940, pasimm) u .otras producciones orales de, digamos los dakota sioux de Norteamérica, los mande del África occidental o los griegos homéricos”WALTER J. ONG Oralidad y Escritura. FCE México 1993


[10] El SEMINARIO.  POESÍA Y VERDAD EN LA NEUROSIS :  El Mito individual del neurótico en el hombre de las ratas. Folios

[11] Nicolás Casullo, Artes y Estéticas en la Historia de Occidente. Universidad Nacional de Quilmes. Mayo de 2000. Pág.40
[12] Nicolás Casullo, Ibídem, Pág. 43
[13] Platón. REPÙBLICA. Eudeba. Buenos Aires 1993. Versòn para fines didàcticos de la Universidad de Quilmes. Pág. 4
[14] Ibídem. Pág. 5
[15] Casullo, Nicolás. Op. Cit.  Pág. 47
[16] Nietzsche, Friedrich , El nacimiento de la tragedia. Biblioteca Edaf. España 2002
[17] Britannica 2003. CD ROM.  Traducción del autor de la monografía. 

Mercados Efímeros: un ensayo sobre un texto de Carlos Gabetta. Por Mario Cardoso

lunes 14 de diciembre de 2009


Mercados efímeros: (Una paráfrasis y reescritura del artículo de
Carlos Gabetta, El capitalismo en cuestión,
publicado en el Dipló de noviembre de 2009)
Para cualquier serio historiador de la economía, no importa
cual sea su afinidad ideológica, es una verdad que en
nuestros días cualquier aumento de la producción y la
productividad destruye puestos de trabajo.
Esto ocurre porque los bienes, que se producen en mayor
cantidad y más rápidamente, se ofrecen en un
mercado cada vez menor en términos de poder
adquisitivo, consecuencia del desempleo y de la caída de la
participación de los trabajadores activos en el ingreso.
Después de los “años dorados” del crecimiento del
capitalismo que culminaron con la crisis del petróleo de
1973, la tasa de ganancia del capital tiende a disminuir por
lo que para compensar las empresas achican costos en
proveedores, controles, servicios, y en particular:
salarios. La otra cara del fenómeno de la disminución de
la tasa de ganancia ha sido la derivación del capital
productivo a la especulación financiera.
Otra vez, disminuir salarios ha sido la causa de la
“deslocación”, esto es el traslado de la producción a
otros países con salarios más bajos e incluso con requisitos
ambientales e impositivos menores, es decir, con menores
costos.
Esta conducta tiene el resultado paradojal de achicar la
demanda global, pues se producen más bienes para
mercados más empobrecidos. Lógica que se exacerbó luego
de la implosión de la experiencia socialista en la Unión
Soviética, puesto que se expandió a escala planetaria. El
otro gran ensayo comunista, China, se ha transformado en
un totalitarismo capitalista, protagonista de esta sistema
perverso por su condición de titular de los bonos de estado
de Estados Unidos, quien es a la vez su principal cliente
comercial.
Estamos en un callejón sin salida dentro de esta lógica,
como un perro que se muerde la cola.
Pateando el problema hacia adelante
Hace cuatro década cuando estalló el desarrollo tecnológico
y científico aplicado a la producción, los primeros efectos
fueron el debilitamiento progresivo del empleo y de la
afiliación sindical, mientras que aumentaba la actividad
financiera. Para la época la situación política mundial
posibilitó un ocultamiento de los primeros
síntomas de achicamiento de los mercados,
puesto que los trabajadores desempleados en un
sobreviviente Estado de Bienestar continuaban cobrando
sus salarios y aportes -en el peor de los casos- por un lapso
de dos años, mientras que los trabajadores activos recibían
ofertas de crédito financiero. Fue por ello que los efectos
sobre el consumo no se notaban todavía; por otro lado, los
países en vías de desarrollo recibían los beneficios de la
“deslocalización”. El mundo iniciaba así una etapa
vertiginosa de consumo basado en el
endeudamiento; los préstamos del FMI y el flujo de la
especulación financiera amplificaron el fenómeno. Pero
luego de algunos chisporroteos en la periferia, el modelo
concluyó finalmente con la implosión global de 2008.
En síntesis, a la baja en la tasa de ganancias y a la baja de
la demanda global, se encontró el mecanismo de estimular
artificialmente la demanda por medio de la globalización
financiera.
Además, la presión por reducir costos, luego de reducido el
costo salarial, se hizo sentir en los Estados de Bienestar,
productos éstos de un complejo proceso de inclusión y
estabilización social minuciosamente tejido durante “los
treinta gloriosos” que siguieron a la Segunda Guerra
Mundial. Con esta presión por la reducción del “costo” de
los Estados de Bienestar, podemos datar el surgimiento del
llamado “neoliberalismo”, y señalar a sus emblemáticos
personeros: Ronald Reagan, Margaret Tatcher, Pinochet,
Videla, Felipe González, Mitterrand, Blair y Menem.
De manera paradójica, este modelo que se derrumbó en
2008, muestra nuevamente en rojo los números de las
deudas públicas y del salario; volviendo a un grado cero, si
tomamos como punto de partida los ’70 verificamos hoy las
mismas variables de la depresión: aumento del precio de
las materias primas, bajas tasas de interés, bajo
crecimiento, estados endeudados y desempleo.
Las crisis políticas
Lamentablemente hay una cara política frente a este
desasosiego e incertidumbre: las reacciones
violentísimas, las crisis políticas permanentes. Después
de haber rescatado al sector financiero con billones de
dólares de los contribuyentes, Barack Obama es tildado o
bien de “comunista” o bien de “nazi” por su intento de crear
un seguro médico universal estatal que no sólo costaría la
enésima parte de lo que costó el rescate financiero, sino
que pondría fin al despilfarro en salud con escasos
beneficios que hay en los Estados Unidos. Este país destina
actualmente el 29% de su PBI a un sistema de salud
desintegrado y tan ineficiente que deja sin cobertura a más
de 50 millones de ciudadanos (mientras que en Dinamarca,
con un gasto del 9% del PBI en salud, toda la población
está cubierta y con excelencia).
Piénsese lo que se quiera sobre el hecho, lo cierto es que
pareciera que se está perdiendo la posibilidad de resolver
conflictos a través de las formas políticas hasta ahora
vigentes: los descalificativos mencionados (nazi,
comunista) son producidos por los medios de comunicación,
una parte de la clase política y la propia sociedad
estadounidense, lo que ha llevado al actual Presidente de
los Estados Unidos a la sorprendente decisión de excluir a
la cadena Fox News de sus conferencias de prensa a
causa de la virulencia y el tono de sus ataques.
Alguien ha dicho que la polarización es el crack de la
política de nuestros días: la necesidad de experimentar una
sensación breve e intensa que el sistema ansía
experimentar una y otra vez. Hay una exacerbada división
entre “derecha” e “izquierda” en América que ya no se
corresponde con su significado acuñado en la Revolución
francesa, sino más bien se trata de una especie de pérdida
del sentido de la realidad.
Lo que ocurre es que todavía existe la idea de que los
únicos afectados por la crisis económica son los sectores
populares, los trabajadores poco calificados; pero la
desocupación crónica incluye a las clases medias por la
desaparición y el hundimiento del comercio pequeño y
mediano y la desvalorización del salario en el sector de los
servicios, donde tradicionalmente la capacitación oficiaba
como un plus de valor. Los trabajadores de cuello blanco, y
los técnicos especializados y profesionales están cada vez
más sumergidos en el magma de los asalariados o
directamente, desempleados.
En síntesis, esta crisis afecta a las clases populares, a las
clases medias, y a las clases medias altas. Considérese los
sorprendentes 25 suicidios en menos de dos años en
France Telecom, un sector de trabajadores hasta hace
poco privilegiados; estos suicidios no responden a un
deterioro salarial, y menos a una pérdida de empleo, sino al
nuevo estilo de gestión de los “recursos” humanos que
implican arbitrarios e intempestivos cambios de horario o
de lugar de trabajo; recorte o desaparición de beneficios
sociales.
Asistimos a una era donde la clase política es incapaz de
asumir el timón como lo hizo Roosvelt después de la crisis
del 29, reinventando el ideario norteamericano hasta ese
momento anclado en un libertarianismo acérrimo
promovido por el Partido de los Negocios, el Partido
Republicano, durante largos años.
La emergencia de clases medias desesperadas, con un
presente sin futuro, tiene por cierto un destino abierto
políticamente hablando.
Si la crisis de la Edad media, en el siglo XIV no podía
prefigurar para sus contemporáneos el lento tránsito al
capitalismo. A los contemporáneos del siglo XXI, no nos es
posible prefigurar si hay una crisis Terminal del capitalismo
o vamos a una nueva etapa.
Pero lo que sí es cierto es que ciertos modos de pensar la
política que imaginó el Iluminismo del Siglo XVIII como la
representación, la división de poderes, los partidos
políticos, se han demostrado insuficientes y anticuados
para encarar esta crisis.
En su libro, LA CONTRADEMOCRACIA, La política
en la era de la desconfianza, Pierre Rosanvallon nos
describe los 3 modos de Control que los representantes
ejercen sobre sus representados:
1. La vigilancia,
2. La denuncia
3. La calificación
Me interesa señalar la última por novedosa:
La calificación, y más en general la evaluación es la tercera forma que
adopta el poder de vigilancia. Consiste en una evaluación
documentada, técnicamente argumentada, a menudo cualificada, de
acciones particulares o de políticas más generales. El objetivo es el
peritaje de la calidad y la eficacia de una gestión. Durante la dinastía
Ming, en la que evidentemente no había ni democracia ni formas de
representación, el equivalente de las alternancias políticas se
realizaba en el momento de las “grandes calificaciones” (daji)
periódicas. La administración imperial hizo de la organización de
una inspección muy estructurada un elemento de su poder y
eficacia. De modo que no debe sorprender que Sun Yat-Sen, padre de
la República China, haya propuesto agregar a los tres poderes de
Montesquieu el “poder de control” (el Yuan de control) para
constituir la arquitectura política de la China del siglo XX.
Creo, con Rosanvallon, que
Los ciudadanos han conquistado verdaderamente, bajo esta modalidad de la
calificación, el equivalente de un nuevo poder: un poder aquí prácticamente
directo, que se ejerce sin representantes.
La democracia por esta vía está igualmente en tren de
transformarse profundamente.[1] Y el capitalismo puede
transformarse definitivamente en una forma más controlada de
convivencia social, que respete el mercado como asignador de
recursos, pero con los límites que el propio ambiente reclama.
Si la crisis comenzó inexorable por el aumento de los precios
del petróleo (la energía vital del capitalismo que hemos
conocido en el siglo XX), es hora, por el bien de nuestro
entorno y de todos nosotros, que comencemos a pensar al
menos en un capitalismo diferente, absolutamente respetuoso
del medio y de las personas.
Si de esto deviene un cambio de modo de producción con
mercados menos efímeros, pues no seremos nosotros quienes lo
podremos inducir, -no creo en el éxito de vanguardias iluminadas-,
aunque no me caben dudas de que resultará una sociedad mejor de
la que vivimos hoy.
Sí nos cabe a todos encontrar nuevas formas de integración y
cohesión social con un respeto profundo por la naturaleza y el
hombre. Parecida fue la función del Iluminismo del siglo XVIII.
Como dijo un catedrático español, Antonio la Fuente[2], el siglo
XVIII fue la liberación de las almas de la sujeción religiosa. Tal vez
el XXI pueda abrigar el nacimiento de la liberación de la sujeción
tanto a los Estados como a las Multinacionales como paradigmas
de lo político.
Mario CARDOSO, Bs. As. Diciembre de 2009
[1] ROSANVALLON, Pierre, LA CONTRADEMOCRACIA, La política en la era de la
desconfianza. Editorial Manantial, Bs. As. 2007. PÁGS. 66-69
[2] Antonio Lafuente El carnaval de la tecnociencia.
Diario de una navegación entre las nuevas tecnologías y los nuevos patrimonios
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